El Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, más conocido como Partido Nazi, se fundó en 1919, dando forma política a las teorías racistas de extrema derecha que venían ganando adeptos en Alemania y otros países europeos con especial fuerza a partir de las últimas décadas del siglo XIX.
Los elementos fundamentales de su ideología eran su oposición al comunismo y a la democracia y el odio a los judíos, así como la defensa del darwinismo social y la supuesta superioridad de la raza aria, que, en su opinión, debía gobernar el mundo.
A comienzo de la década de 1930 el clima en Alemania era crítico. El crac del 29 y la consecuente depresión económica mundial habían castigado al país, sumiendo a su población en una pobreza y una tasa de desempleo difícil de sostener.
Esto, unido a la humillante derrota de Alemania tras la Primera Guerra Mundial y el castigo impuesto tras el tratado de Versalles, creó el caldo de cultivo perfecto para que en enero de 1933 ganara las elecciones el Partido Nazi, cuyo líder, Adolf Hitler, no dudó en presentarse ante los electores como salvador del destino de la patria germana.
Votación para las elecciones parlamentarias de 1936 (1936) – Colección de la Biblioteca Wiener © Musealia
Decenas de miles de seguidores lo respaldaron con sus votos, creyendo en su promesa de devolver a Alemania la grandeza de otros tiempos y su acusación de que ciertas minorías, en especial los judíos, eran responsables de los males de la nación.
Fue así como el antisemitismo se institucionalizó definitivamente y se comenzó a cercenar los derechos de gran parte de la población: se organizaron boicots antisemitas, quemas de libros y paulatinamente se promulgó legislación antijudía con el objetivo de empobrecer y segregar cada vez más a parte de la ciudadanía alemana.
Antes de ser enviados a los campos nazis, los judíos fueron recluidos, contra su voluntad, en guetos superpoblados donde la comida escaseaba y la mortalidad era muy elevada. Fuera de sus fronteras, Alemania entera y sus aliados se dejaban embaucar por la propaganda antisemita. © Universal History Archive/Getty Images.
En sus últimas consecuencias, y tras una cruel escalada de violencia antisemita, este odio desembocaría en el asesinato sistemático y auspiciado por el estado de más de 6 millones de personas consideradas “enemigas” de la nación alemana: judíos, eslavos, gitanos y otros colectivos como los homosexuales, prisioneros de guerra soviéticos, discapacitados o, entre otros, testigos de Jehová.
«El antisemitismo es exactamente como la desinfección. Deshacerse de los piojos no es una cuestión de ideología, es una cuestión de limpieza”.